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Roland
Erasmus Philipps fue el segundo hijo de Lord St. David y
su esposa Leonora Gerstenberg. Nació en el número 24 de
Queen Anne's Gate en Westminster el 27 de febrero de 1890.
Estudió en Winchester y en New College, Oxford donde obtuvo
su licenciatura con honores en jurisprudencia. Como su padre,
estudió derecho no tanto por vocación profesional sino como
una introducción a la política. La mayoría de las escuelas
públicas más importantes apoyaban a comunidades pobres de
las áreas industriales para que los muchachos de las clases
acomodadas se interesaran y tuvieran contacto directo con
los muchachos menos afortunados. Esta experiencia era de
gran valor ya que ayudaba a los jóvenes a ver con entendimiento
los grandes problemas que encontrarían al asumir sus responsabilidades
ciudadanas. Roland Philipps inmediatamente se sintió atraído
por esta labor ya que estaba estrechamente ligada con las
actividades filantrópicas que su madre realizaba y en las
cuales siempre estuvo dispuesto a ayudarle. Fue educado
en una típica familia de clase alta y aquellos quienes lo
conocieron no se habrían sorprendido si Roland hubiese elegido
una carrera política. Su posición estaba con la fracción
radical del Partido Liberal y llegó al punto de convertirse
en prospecto a candidato parlamentario por el sur de Glamorgan.
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Sin
embargo en 1911 un encuentro coincidental cambió la dirección
de su vida. Trabajaba en Liverpool y un fin de semana durante
una caminata en el campo encontró a algunos miembros de la Cuarta
Tropa de Blundellsands, al platicar con ellos se enteró que les
hacían falta líderes (los tiempos no han cambiado mucho) y se
ofreció a ayudar. A la edad de 21 años Roland Philipps había encontrado
el trabajo que regiría su corta y trágica vida.
Para
valorar verdaderamente a Roland es esencial comprender su profunda
fe cristiana. La oración fue fundamento de sus acciones y vio
en el escultismo una manera de prestar servicio a los jóvenes,
ideología que compaginaba totalmente con la fe que él tenía. Esto
no quiere decir que fuera intolerante en su anglicismo, por el
contrario, creía firmemente que un muchacho carecería de un aspecto
de vital importancia si no tenía una formación religiosa en su
vida, sobre todo en un lugar como el este de Londres, donde el
muchacho podía acercarse a la tradición cristiana, judaica, islámica
o a cualquier otro tipo de creencia de esa área en particular.
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